lunes, 6 de mayo de 2013

Nosotros y Nuestro Aceite


Y aquí estamos. Con nuestros aceites; iniciando algunos de nosotros, muy avanzado otros, nuestros procesos de vida. Ver nuestros aceites en botella nos produce una especial satisfacción. Es como si algo muy natural, muy próximo, y, al mismo tiempo, extraordinario, nos ocurriera.

Haberse criado entre olivos es una experiencia única, como el haberlo hecho en un puerto marinero, o entre naranjos. Los olivos marcan tu vida, te impregnan de aceite y de alpechín. Tu vida discurre entre ellos y ellos la mediatizan. La buena cosecha, cuando eres niño es mas notada que conocida. La ves en tus padres, en sus amigos. El tono de conversación fuerte y animada. Las opiniones, en cualquier ámbito, se mantienen rotundas, y en el económico, abundan los planes de inversión, compra, mejoras. Se formulan proyectos de nuevas casas o reformas en las actuales, se habla de bodas…

También la mala cosecha se hacía notar. Algo pesado se movía por el ambiente familiar. Algo decía a tu cabeza infantil que ciertas cosas, las mismas que se afrontaban con optimismo y decisión en otros años, era conveniente dejarlas para más adelante. Luego, la vieja resignación preñada de fatalismo: “Ya se sabe: Olivarero un año de terciopelo y dos en cueros”, “parece que las cabañuelas de este año son mejores…”.

Les parece oportuno a muchas casas, hacer mención de los años en que la familia se dedica al olivar y al aceite. A nosotros nos parece un ejercicio algo redundante. Si eres andaluz, si tu familia lo es y siempre se dedicó al campo, ¿cuándo se pone en contador a cero? ¿Cuál es la fecha que debe comunicarse a efectos comerciales, de publicidad?

Nos planteamos la cuestión y no supimos respondernos. Por si vale de algo, quizás decir que los primeros asientos en los libros de Bautismo parroquiales, se remontan al siglo XVII. Pero eso no garantizaría que hagamos bien el aceite ahora. De manera que, obviando la cuestión nos centramos en cuando decidimos en la familia ocuparnos, no solo de la producción de aceituna, sino en preocuparnos por la elaboración del aceite, del mejor aceite. En ello estamos desde hace poco más de una década, poniendo al servicio de nuestro propósito la experiencia adquirida desde la infancia.

Y queremos conjuntar en algo tan simple como una botella, la vieja tradición de la Bética romana y los procedimientos más avanzados en la elaboración del aceite. Y creo que lo logramos; selección cuidada de las aceitunas, recogida directamente del árbol sin tocar el suelo, molturación y extracción en frío dan lugar a un aceite del que estar orgullosos. Y lo estamos.

Ahora venía estudiar la presentación. Qué botella, elegir la etiqueta. Largas discusiones al respecto entre expertos de la imagen. Todos ellos convincentes y cargados de buenos criterios. 

Al final elegimos lo más sencillo que al mismo tiempo reflejara lo que queríamos: un continente elegante, una etiqueta solo descriptiva y nuestro aceite en ella.Así presentamos nuestro aceite. Lo hacemos tal como nacemos: desnudos, sometidos a tu juicio y buen gusto. Tiempo tendremos de ponerles vestidos, etiquetas y oropeles. Hoy nada. Solo color, aroma, sabor, texturas de lo bien hecho.