Y aquí estamos. Con nuestros
aceites; iniciando algunos de nosotros, muy avanzado otros, nuestros procesos
de vida. Ver nuestros aceites en botella nos produce una especial satisfacción.
Es como si algo muy natural, muy próximo, y, al mismo tiempo, extraordinario,
nos ocurriera.
Haberse criado entre olivos
es una experiencia única, como el haberlo hecho en un puerto marinero, o entre
naranjos. Los olivos marcan tu vida, te impregnan de aceite y de alpechín. Tu
vida discurre entre ellos y ellos la mediatizan. La buena cosecha, cuando eres
niño es mas notada que conocida. La ves en tus padres, en sus amigos. El tono
de conversación fuerte y animada. Las opiniones, en cualquier ámbito, se
mantienen rotundas, y en el económico, abundan los planes de inversión, compra,
mejoras. Se formulan proyectos de nuevas casas o reformas en las actuales, se
habla de bodas…
También la mala cosecha se
hacía notar. Algo pesado se movía por el ambiente familiar. Algo decía a tu
cabeza infantil que ciertas cosas, las mismas que se afrontaban con optimismo y
decisión en otros años, era conveniente dejarlas para más adelante. Luego, la
vieja resignación preñada de fatalismo: “Ya se sabe: Olivarero un año de
terciopelo y dos en cueros”, “parece que las cabañuelas de este año son mejores…”.
Les parece oportuno a muchas
casas, hacer mención de los años en que la familia se dedica al olivar y al
aceite. A nosotros nos parece un ejercicio algo redundante. Si eres andaluz, si
tu familia lo es y siempre se dedicó al campo, ¿cuándo se pone en contador a
cero? ¿Cuál es la fecha que debe comunicarse a efectos comerciales, de
publicidad?
Nos planteamos la cuestión y
no supimos respondernos. Por si vale de algo, quizás decir que los primeros
asientos en los libros de Bautismo parroquiales, se remontan al siglo XVII. Pero
eso no garantizaría que hagamos bien el aceite ahora. De manera que, obviando
la cuestión nos centramos en cuando decidimos en la familia ocuparnos, no solo
de la producción de aceituna, sino en preocuparnos por la elaboración del
aceite, del mejor aceite. En ello estamos desde hace poco más
de una década, poniendo al servicio de nuestro propósito la experiencia adquirida
desde la infancia.
Y queremos conjuntar en algo
tan simple como una botella, la vieja tradición de la Bética romana y los
procedimientos más avanzados en la elaboración del aceite. Y creo que lo
logramos; selección cuidada de las aceitunas, recogida directamente del árbol
sin tocar el suelo, molturación y extracción en frío dan lugar a un aceite del
que estar orgullosos. Y lo estamos.
Ahora venía estudiar la
presentación. Qué botella, elegir la etiqueta. Largas discusiones al respecto
entre expertos de la imagen. Todos ellos convincentes y cargados de buenos
criterios.
Al final elegimos lo más sencillo que al mismo tiempo reflejara lo
que queríamos: un continente elegante, una etiqueta solo descriptiva y nuestro
aceite en ella.Así
presentamos nuestro aceite. Lo hacemos
tal como nacemos: desnudos, sometidos a tu juicio y buen gusto. Tiempo
tendremos de ponerles vestidos, etiquetas y oropeles. Hoy nada. Solo color,
aroma, sabor, texturas de lo bien hecho.