lunes, 29 de junio de 2015

Una historia bonita:

El olivo milenario de Icíar Bolliaín

 
  • Tiene 2.000 años, produce tres tipos de aceitunas y su dueño casi lo vende por 12000€ 
  • Bollaín lo ha elegido para su película: "Es espectacular, bellísimo", dice de él 

Observe el olivo de la imagen y sorpréndase de su edad: pudo ser el lugar de descanso para las tropas del primer emperador romano, Julio César Augusto, que entraban a conquistar Hispania. O el paraguas bajo el cual algún joven noble pudo leer las primeras copias de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Es un olivo milenario, posiblemente bimilenario. Es un árbol que, además de ser testigo de estos hechos históricos, ha acabado convirtiéndose en el protagonista de la nueva película de Icíar Bollaín, El Olivo, que actualmente continúa su rodaje en Alemania. 
El árbol elegido por la directora madrileña está plantado en la finca Pleserems, en Canet lo Roig (Castellón), el pueblo que tiene más olivos milenarios que habitantes: 1.115 ejemplares frente a los 760 censados. Entre éstos se encuentra el orgulloso propietario del árbol de película. Se llama Vicente Capafons, es un agricultor jubilado de 82 años y puede presumir de que cuatro de los diez olivos que tiene en esa finca han cumplido ya más de 1.000 años. No es raro en una zona, la del Bajo Maestrazgo, donde hay más de 4.000 ejemplares milenarios.
Hasta allí se trasladó el equipo de producción de Bollaín, que se pateó toda la comarca buscando uno que cumpliera con lo que tenía en mente para convertirlo en la figura central de la película. Un buen día tocaron a la puerta de Vicente. El anciano y su hija Gloria los acompañaron hasta su parcela en Pleserems. Allí, en una fila de 10 olivos, había uno que destacaba por las dimensiones de su tronco: nueve metros de diámetro. Enorme, si consideramos que un olivo se considera milenario cuando su tronco supera los 3,5 metros de perímetro.
No hay modo de saber a ciencia cierta la edad exacta del árbol de Vicente Capafons, puesto que no ha sido datado como si se ha hecho con otros olivos vecinos a él. Pero el experto Arturo Esteve, que se ha dedicado toda su vida a retratar estos árboles, ha publicado el libro Olivos milenarios y monumentales de la provincia de Castelló y conoce muy bien este ejemplar se atreve a ponerle más o menos fecha a su nacimiento: "Por las dimensiones no es aventurado afirmar que tiene aproximadamente 2.000 años", dice. 
A Icíar Bollaín más que su longevidad, le cautivó su imponente presencia. Así lo cuenta la directora a Crónica: "Tenía que ser no solamente milenario, que hay muchos y muy bonitos , sino especial. Este olivo es espectacular, es enorme, es bellísimo. Tiene un tronco con muchas caras cada una muy diferente, tiene un pedazo de copa... Reunía muchas cosas que necesitábamos porque a veces estos olivos destacan por el tronco o por la copa pero no son armoniosos entre sí. Y este lo es desde todos los ángulos. Es inmenso y hace honor al título de nuestra película".
Hace referencia en estas declaraciones Icíar Bollaín a un detalle que llamó mucho la atención de la productora, Morena Films, y que hace a nuestro protagonista único: en la zona central, su tronco toma forma de rostros humanos. En particular hay uno que parece una calavera.
El argumento de la película -protagonizada por Javier Gutiérrez y Anna Castillo y con guión de Paul Laverty- gira en torno al drama de una joven, Alma, y de su abuelo Ramón. El anciano de la ficción no habla ni come desde que, hace 12 años, su familia, tentada por una jugosa oferta -30.000 euros-, vendió un olivo milenario al que él estaba muy unido. Alma, convencida de que lo único que puede devolverle las ganas de vivir a su abuelo es recuperar el árbol, se embarca en una aventura por Europa hasta llegar a Alemania, donde fue trasplantado.
La historia de Alma y Ramón bien pudo ser la de Vicente, Gloria y toda la familia Capafons. A comienzos de este siglo, la venta de olivos milenarios españoles a países de Europa, como Francia, Italia, Mónaco o Bélgica, se disparó. Allí donde hubiera un interesado en decorar los jardines de sus palacios o mansiones llegaba un intermediario ofreciendo un olivo milenario de España. Algunos fueron a parar a la sede del Santander en Boadilla del Monte, donde Emilio Botín hizo plantar 12 olivos milenarios, de los cuales ocho proceden del Bajo Maestrazgo. El proceso de trasplante implica que se les sierre totalmente las raíces y las ramas por lo que algún ejemplar muere en el intento. 
Vicente también recibió la llamada de un empresario interesado en el olivo con el que posa en estas páginas. "Un ingeniero me ofreció dos millones de pesetas (12.000 euros)", recuerda. Y él, confiesa su hija, estuvo tentado a venderlo a unos comerciantes, que después lo revenderían por tres veces más. "De la tierra se saca muy poco y a él le pareció mucho dinero", dice Gloria, quien convenció a su padre de que no se desprendiera de él. A su memoria acudieron las interminables tardes veraniegas que pasó en su infancia con él. Sentada bajo la sombra, jugaba con sus muñecas, las peinaba y maquillaba o ponía el té. "Era como mi hogar", dice esta profesora de instituto.
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